Meditar caminando

Elige un lugar tranquilo que te permita
ir y venir, de unos veinte pasos al menos. Comienza colocándote en un extremo
de esta «senda de caminante» con los pies bien plantados en el suelo. Deja que
las manos pendan con naturalidad de manera que estén relajadas.
Cierra un momento los ojos, céntrate y
siente tu cuerpo sobre la tierra. Siente la presión en los extremos de los pies
y vive todo esto en estado de atención.
Comienza a caminar lentamente. Camina
con tranquilidad y dignidad.
Presta atención a tu cuerpo. En cada
paso, siente cómo se levante tu pie y la pierna se aleja de la tierra. Toma
conciencia cada vez que coloques el pie en tierra.
Relájate y procura que tu andar sea suelto
y natural. Siente cada paso al caminar. Cuando llegues al final del trayecto,
detente un momento. Céntrate, date la vuelta con cuidado, detente otra vez para
caer en la cuenta del primer paso de regreso.
Sigue
regresando al punto de partida. Cuando llegues, empieza de nuevo el recorrido
por espacio de unos diez minutos o más. Lo más normal es que, con frecuencia,
tu mente se distraiga.
En
cuanto percibas alguna distracción, advierte con serenidad en qué dirección
apunta: «vagabundear», «pensar», «escuchar», «planear»… Entonces, procura
sentir el paso siguiente.

Después de practicar unas cuantas veces
este ejercicio aprenderás a usarlo para serenarte y recogerte, para vivir más
despierto, con una conciencia dilatada.
De este modo puedes extender esta
práctica de manera informal cada vez que tienes que salir de compras o realizar
cualquier trayecto a pie. Puedes aprender a disfrutar caminando sin estar
siempre pensando, haciendo planes, etc.
Basta con que te habitúes a vivir el
momento presente, a ensamblar tu cuerpo, tu corazón y tu mente a medida que te
mueves.
(Inspirado en lecturas de Thich Nhat
Hahn) Agustín Prieta
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