Recogemos a continuación un
fragmento del artículo de Matthieu Ricard titulado “Can People Change?”
publicado el 25 de Agosto de 2015 en Greater Good
Cómo el cerebro y el cuerpo evolucionan
La plasticidad del cerebro juega un papel importante
en nuestra capacidad de transformación individual. Durante mucho tiempo,
un dogma casi universalmente aceptado en el campo de la neurociencia declaró
que una vez formado y estructurado, el cerebro adulto no produce ninguna
neurona más y el único cambio seria un descenso con la edad.
Hoy
sabemos que esta doctrina estaba completamente equivocada. Uno de los
principales descubrimientos de los últimos treinta años se refiere a la
neuroplasticidad, un término que tiene en cuenta el hecho de que el cerebro
cambia constantemente cuando un individuo está expuesto a nuevas situaciones. El
cerebro adulto, de hecho, sigue siendo extraordinariamente maleable. Tiene
la capacidad para producir nuevas neuronas, para reforzar o disminuir la
actividad de las neuronas existentes, e incluso a atribuir una nueva función a
un área del cerebro que por lo general lleva a cabo una función completamente
diferente.
Hay
un segundo mecanismo que permite a los individuos cambian: la epigenética. Para
que un gen, que hemos heredado de nuestros padres, llegue a ser activo, tiene
que "expresarse", es decir que debe ser "transcrito" en la
forma de una proteína específica que actúa sobre el organismo que lleva este gen.
Pero si un gen no se expresa, si se mantiene "silencioso", es como si
estuviera ausente.
Matthieu Ricard
Los
recientes avances en genética han puesto de manifiesto que el medio ambiente
puede modificar considerablemente la expresión de genes por un proceso llamado
epigenética. Esta expresión de genes puede ser activada o desactivada bajo la
influencia no sólo de las condiciones externas, sino también de nuestros
estados mentales.
Dos
gemelos homocigóticos, por ejemplo, que tienen exactamente los mismos genes,
pueden adquirir diferentes características fisiológicas y mentales si se
separan y se exponen a condiciones de vida diferentes. En términos
científicos, se diría que son genéticamente idénticos, pero fenotípicamente
diferente. Del mismo modo, una oruga y una mariposa tienen exactamente los
mismos genes, pero no se expresan en la misma manera, en función de los tiempos
de vida del insecto.
Estas
modificaciones en la expresión de genes son más o menos duraderas, y en ciertos
casos incluso pueden transmitirse de una generación a otra, a pesar de que no
hay cambios en la secuencia de ADN de los genes mismos. Estos
descubrimientos realmente han revolucionado el campo de la genética, ya que
hasta ahora la noción misma de la transmisión de los caracteres adquiridos se
consideraba como herejía. La influencia de las condiciones externas es,
pues, considerable, y sabemos hoy que esta influencia tiene repercusiones hasta
el fondo de nuestros genes.
¿Se
podría entrenar la mente para cultivar emociones positivas que conduzcan a
cambios epigenéticos? Los estudios realizados en el laboratorio de Richard
Davidson en Wisconsin, en colaboración con la genetista español Perla Kalimán,
muestran que, meditando durante ocho horas en la
atención, el amor altruista, y la compasión ya induce importantes
modificaciones epigenéticas. Podemos vislumbrar aquí la posibilidad de una
transformación epigenética de un individuo que se debe no sólo a la influencia
del medio ambiente, sino también a un entrenamiento voluntario en cultivar
cualidades humanas básicas.
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