Aqui os dejamos un poco de la sabiduria de Jack Kornfiel,de su libro "Meditación para principiantes"
Hay personas que, en la medida en que avanzan en el camino
meditativo, se preguntan ¿qué puedo hacer si paso la mayor parte de mi
meditación sumido en mis pensamientos?.
Ya sabemos que el deseo, la inquietud,
la duda, el temor o la aversión emergen y acaban desapareciendo y que podemos
postrarnos ante ellos y reconocerlos como parte de la meditación.
De igual
modo, el movimiento de la mente, o como yo lo denomino la fábrica de
pensamientos no deja de contarnos historias, esbozar planes, evocar recuerdos,
y elaborar fantasías.
El objeto de la meditación consiste simplemente en cobrar
conciencia de los recuerdos y de los planes o de cualquier otro producto
momentáneo generado por la fábrica de pensamientos. Hablando en términos
generales, cuando cobramos conciencia de ello diciendo, por ejemplo
“planificar, planificar, planificar” no tarda en disolverse, momento en el cual
podemos volver a prestar atención a la respiración.
….
Durante la meditación la mente nos explica su versión de lo
ocurrido e imaginamos lo que sucederá en el futuro. Al cabo de un rato podemos
sentirnos cansados de estas historias sobre el futuro o el pasado, pero la idea
es no juzgarlas.
Tratemos de darnos cuenta de la irrealidad de estos relatos, y
que cada uno de ellos, es una historia que, por más que insistamos, no es lo
que está sucediendo en el presente. Entonces reconocemos la historia como un
mero recuerdo o plan y volvemos a prestar atención a la respiración.
Poco importa, en última instancia, la frecuencia con que nos
distraigamos, o la duración de nuestros pensamientos, porque no es mucho el
control que al respecto tenemos. Lo que realmente importa es el momento mágico
en que despertamos y nos decimos ¡Oh, estaba pensando!
Este es el momento, independientemente de que nuestro
despiste dure cinco segundos o cinco minutos, lo importante de verdad es que
nos brinda la oportunidad de seguir perdidos en nuestros pensamientos o volver
al presente.
El acto de retornar constituye un entrenamiento para
despertar, es decir, para vivir más atentamente el presente.
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