lunes, 26 de octubre de 2015

¿Puede la gente cambiar?

Recogemos a continuación un fragmento del artículo de Matthieu Ricard titulado “Can People Change?” publicado el 25 de Agosto de 2015 en Greater Good

Cómo el cerebro y el cuerpo evolucionan


La plasticidad del cerebro juega un papel importante en nuestra capacidad de transformación individual. Durante mucho tiempo, un dogma casi universalmente aceptado en el campo de la neurociencia declaró que una vez formado y estructurado, el cerebro adulto no produce ninguna neurona más y el único cambio seria un descenso con la edad.

Hoy sabemos que esta doctrina estaba completamente equivocada. Uno de los principales descubrimientos de los últimos treinta años se refiere a la neuroplasticidad, un término que tiene en cuenta el hecho de que el cerebro cambia constantemente cuando un individuo está expuesto a nuevas situaciones. El cerebro adulto, de hecho, sigue siendo extraordinariamente maleable. Tiene la capacidad para producir nuevas neuronas, para reforzar o disminuir la actividad de las neuronas existentes, e incluso a atribuir una nueva función a un área del cerebro que por lo general lleva a cabo una función completamente diferente.

Hay un segundo mecanismo que permite a los individuos cambian: la epigenética. Para que un gen, que hemos heredado de nuestros padres, llegue a ser activo, tiene que "expresarse", es decir que debe ser "transcrito" en la forma de una proteína específica que actúa sobre el organismo que lleva este gen. Pero si un gen no se expresa, si se mantiene "silencioso", es como si estuviera ausente.

Matthieu Ricard
Los recientes avances en genética han puesto de manifiesto que el medio ambiente puede modificar considerablemente la expresión de genes por un proceso llamado epigenética. Esta expresión de genes puede ser activada o desactivada bajo la influencia no sólo de las condiciones externas, sino también de nuestros estados mentales.

Dos gemelos homocigóticos, por ejemplo, que tienen exactamente los mismos genes, pueden adquirir diferentes características fisiológicas y mentales si se separan y se exponen a condiciones de vida diferentes. En términos científicos, se diría que son genéticamente idénticos, pero fenotípicamente diferente. Del mismo modo, una oruga y una mariposa tienen exactamente los mismos genes, pero no se expresan en la misma manera, en función de los tiempos de vida del insecto.

Estas modificaciones en la expresión de genes son más o menos duraderas, y en ciertos casos incluso pueden transmitirse de una generación a otra, a pesar de que no hay cambios en la secuencia de ADN de los genes mismos. Estos descubrimientos realmente han revolucionado el campo de la genética, ya que hasta ahora la noción misma de la transmisión de los caracteres adquiridos se consideraba como herejía. La influencia de las condiciones externas es, pues, considerable, y sabemos hoy que esta influencia tiene repercusiones hasta el fondo de nuestros genes.

¿Se podría entrenar la mente para cultivar emociones positivas que conduzcan a cambios epigenéticos? Los estudios realizados en el laboratorio de Richard Davidson en Wisconsin, en colaboración con la genetista español Perla Kalimán, muestran que, meditando durante ocho horas en la atención, el amor altruista, y la compasión ya induce importantes modificaciones epigenéticas. Podemos vislumbrar aquí la posibilidad de una transformación epigenética de un individuo que se debe no sólo a la influencia del medio ambiente, sino también a un entrenamiento voluntario en cultivar cualidades humanas básicas.


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