martes, 13 de noviembre de 2018

¿Cuales son nuestras aspiraciones más profundas?







La persona contemplativa, al menos en el sentido budista del término, es aquella que comprende que su mente puede ser su mejor amiga, pero también su peor enemiga, y que debe por lo tanto transformarla con la meditación.

Contempla la naturaleza fundamental de la mente, y esta práctica produce el efecto de cambiar su percepción de los demás, de sí mismo y del mundo.

Cuando cambiamos la percepción del mundo, de algún modo cambiamos el mundo.

Con frecuencias nos limitamos a encontrar pequeñas soluciones para la vida diaria, mientras que el contemplativo al que me refiero, busca cambiar radicalmente la forma en la que experimenta el mundo y traduce las circunstancias de la vida en bienestar o malestar.

Aprende a no dejarse atrapar por lo que le atormenta y esclaviza, sino a liberarse de ello. Se vuelve cada vez menos vulnerable, y, por lo tanto, más disponible para los demás.

Se familiariza también con el componente fundamental de la mente, la conciencia primera, siempre presente tras el ir y venir de los pensamientos, e incluso en su ausencia, esa conciencia pura y luminosa que nunca se altera con las construcciones mentales.


Matthieu Ricard, Tres amigos en busca de la sabiduría.

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